Dejando el ego al margen, Los Chikos del Maíz y Dellafuente son la conciencia y el instinto de clase en el terreno de la música. Es cierto que podemos encontrar muchos ejemplos de esto mismo en diferentes estilos musicales y en otras expresiones culturales pero son precisamente sus coincidencias y diferencias las que hacen que este texto se centre en ellos.
De un lado Los Chikos del Maíz demuestran en sus canciones la capacidad para transformar análisis y propaganda en rap. Con una juventud marcada por la movilización en las Huelgas, se comunican en sus canciones con personas con conciencia política visibilizando nuestros problemas cotidianos. Esto es algo de lo que no se escapa ninguna de sus canciones que hacen repetidas referencias a procesos históricos o conflictos sociales del presente. Es rap con un nivel discursivo alto que sirve de aprendizaje político a quienes se acercan a su música.
Por otro lado Dellafuente, artista desvinculado completamente de la política y sin predisposición a que se le relacione con ella. Dellafuente demuestra dónde nació en las canciones cada vez que señala como sufrimos en la actualidad desde la sencillez y con un mensaje muy directo. Es un discurso que toda persona trabajadora entiende, no por haber leído muchos libros, sino por vivirla cotidianamente.
Las coincidencias superan límites. La vida es… de Dellafuente vió la luz en 2016 y el inicio de la canción deja claro a quién está dedicada:
‘’Gloria bendita pa’ las amas de casa
Que ponen corazón
En to’ lo que hacen y que mal lo pasan
Su marido ha vuelto a prisión.
Gloria bendita pa’ los que se van al mercao
a levantar y madrugar
Y sus niños con la cara triste
Otro año sin ir a EuroDisney
Mucho amor pa’ los que se levantan
Pa’ tirar su familia adelante’’
Algo que no sonará novedoso para quienes han sido afines a las canciones de Los Chikos del Maíz, que se estrenaron en 2006 con Trabajador@s, con un estribillo en el que el Toni y el Nega se alternaban haciendo dedicatorias:
‘’Dedicado a los que suben al andamio,
dedicado a los parias, a los olivados.
Dedicado a la clase trabajadora,
dedicado a las madres con jornadas de 20 horas.
Dedicado al explotado, no al que explota,
dedicado al que friega suelos, a la que sirve copas.’’
¿Casualidad? ¿Plagio? Un análisis musical simplista se basaría en afirmar que si, un análisis en base a la realidad en la que han vivido los artistas nos llevaría a pensar que es evidente que no. Lo que comparten no son las palabras, sino el barrio, la periferia, el origen de clase.
Las diferencias quedan muy bien reflejadas en sus canciones que si Los Chikos del Maíz dejan claro en Confesiones su vacilación con un ‘’¿tú aspiras a un Audi? Yo a emancipar a las masas’’; Dellafuente nos recuerda lo terrenal de la capacidad de consumo con una canción en la que tampoco el título es casual, En mi hambre mando yo:
‘’ Mi dinero trabajo ha costao, mis cuentas y mi casa no son heredaos,
[…]
si me compro un Mercedes o un Seat Toledo, mi problema es,
mis facturas tu no las has pagao, mis facturas mías van a ser.’’
Comparando Pasión de Talibanes de Los Chikos del Maíz y Nana del Pordiosero de Dellafuente veremos que, sin hablar de lo mismo, ambos mensajes están perfectamente impregnados por la clase social a la que pertenecen. Las expresiones de LCDM son contundentes, asumen su papel político sobre el escenario, trasladan el mensaje, aportan soluciones. Dellafuente sin embargo se desvincula de todo posicionamiento político pero relata como nadie las vivencias de los sufridores de este sistema económico.
Para detallar el grado de conciencia política de LCDM en esta canción nos basta con tomar el estribillo:
‘’Pasión de Talibanes, Revolución,
socialicemos los medios de producción.
Pasión de Talibanes, oye, oye
todo el poder para los Sóviets’’
Con una consigna maximalista de este tipo intentan hacer entender a la juventud trabajadora que el único camino posible para la mejora de sus condiciones de vida es la socialización de los medios de producción.
A años luz, en el plano de la conciencia, Dellafuente saca pecho de su gente y de su entorno, se enorgullece del grupo social que representa sobre los escenarios:
‘’Pa’ los que llevan toa’ la vida sin darse unas vacaciones
Pa’ los que venden melones
Pa’ los que viven diez en tres habitaciones
[…]
Pa’ los que soñaban con irse pa’ la NASA
Y despertaron y les habían quitao la casa.’’
Mientras El Nega y Toni Mejías cierran bocas y despejan dudas con ‘’tengo la frase Socialismo o Barbarie tatuada en los genes’’ y ‘’ Palestina al cuello, gasolina y mechero, que se enteren ellos que el poder es para el pueblo’’ respectivamente; Dellafuente cierra la canción con ‘’yo hablo realidad, no estoy haciendo política’’.
Esta misma diferencia entre Los Chikos del Maíz y Dellafuente se nos muestra a diario ante nuestros ojos, amigos y amigas, vecinos y vecinas que con un bajo nivel de politización conocen las contradicciones que conlleva este sistema, y entre las cuales (no casualmente) priorizan las que tienen que ver con su cuenta bancaria. Sin leerlo en las bibliotecas marxistas saben que mientras sus salarios son cuencoarrocistas sus jefes se compran el coche con las horas extra que ellos hacen.
No es tarea de este texto venir a reflejar si los gustos musicales de cada persona son buenos o malos, si el rap político de Los Chikos del Maíz es mejor que el trap flamenco de Dellafuente. Este texto sólo intenta ser capaz de asumir e integrar en nuestro imaginario que hay diferentes formas de mostrar las contradicciones con las que opera este sistema económico. Los Chikos del Maíz y Dellafuente son, sólo dos, expresiones de una misma clase: la trabajadora.