Un día de tantos salí a correr y poco después me dí cuenta de que no me había puesto el reloj en el que registro la actividad deportiva para subirlo a una red social. Me paré, no sabía muy bien qué estaba haciendo. ¡Correr sin poder decirle después a todo el mundo que he salido correr! ¡Sin poder demostrarle a mi entorno mi gran afán de superación! Más allá de la estupidez que cometí, esta anécdota viene a representar un cuadro habitual en el mundo del deporte. Y especialmente en el que tiene que ver con el ‘’running’’.
Correr es y ha sido uno de los instintos primarios del ser humano (y del resto de animales). No es difícil entender esto. Cuando tienes miedo y quieres huir, corres. Es simple. Después el avance de la civilización lo fue convirtiendo en necesidad: si había que llegar antes a un sitio había que ir corriendo, andar era demasiado lento. Así la leyenda cuenta como una persona (no sé sabe exactamente quién) corrió una distancia (no sé sabe exactamente cuál) para anunciar que o los persas habían desembarcado en Maratón o que los griegos habían vencido la Batalla de Maratón. Lo único que parece saberse es que nada más dar la noticia aquella persona falleció.
Sin embargo, no fue hasta 1896 cuando se incorporó la disciplina del maratón (42.195 metros) en unos Juegos Olímpicos. En aquel entonces se asumía que quien debía competir –o simplemente presentarse– en un maratón era alguien que realmente hubiera entrenado. Las cosas fueron cambiando y especialmente en la segunda mitad del siglo XX: Friedman, von Hayek, Reagan y Thatcher nos impusieron el neoliberalismo, con todo lo que ello conlleva.
El neoliberalismo no es sólo una forma de estructurar la economía de nuestros países sino que necesita, como es evidente, de una forma concreta de sociedad. El neoliberalismo no podría coexistir con una sociedad solidaria, consciente y activa; por eso lo instrumentos de control ideológico se pusieron a funcionar para transformar nuestra cultura y nuestras relaciones sociales.
El neoliberalismo no podría coexistir con una sociedad solidaria, consciente y activa; por eso lo instrumentos de control ideológico se pusieron a funcionar para transformar nuestra cultura y nuestras relaciones sociales.
Pero retomemos lo de salir a correr. Ahora lo conocemos como ‘’running’’ pero antes fue ‘’jogging’’ o ‘’footing’’. Anglicismos que definían algo tan primario (como comentábamos al inicio) como es ponerse a correr. ¿Qué necesidad tenemos entonces de utilizar un eufemismo? Sencillamente la necesidad de aparentar. Y aquí es donde se introduce el primer elemento aspiracional. Mientras durante un tiempo la capacidad física estaba relacionada con pasar largas horas en las cadenas de producción, durante los años 60 del siglo XX se dio un vuelco a la práctica deportiva popular. Los fundadores de Nike (Phil Knight y Bill Bowerman) empezaron a impulsar el salir a trotar en grupos, y como las casualidades no existen; podemos ver que el auge del running en EEUU coincide con dos grandes crisis: la Guerra Fría y la Guerra del Vietnam. No es que demos por sentada una teoría de conspiraciones detrás de ello pero sí que es importante comprender de qué manera pueden operar los diferentes mecanismos culturales para adormecer los instintos de nuestra clase social.
De esta forma el running se convertía en un deporte que buscaba abstraer a la sociedad de los grandes problemas colectivos para someterlos a la lógica de la superación personal. Si tu rendimiento deportivo mejoraba y tus aspiraciones personales crecían estabas ciertamente condenado al éxito. El triunfo de las clases medias ya no sólo se quedaba en tener una buena casa, un buen coche, una perfecta familia y un negocio triunfante sino también en avanzar en la práctica cotidiana del running.
Pero no hay nada de criticable en la mejora deportiva…nos preguntaremos. No, evidentemente no. Ambición y esfuerzo deben ser virtudes de cualquier ser humano que aspira a transformar (para bien) esta sociedad, pero lo que se pone de relevancia con el auge del running no es la ambición y el esfuerzo en clave colectiva: ‘’me esfuerzo para que mi equipo crezca’’ o ‘’mi mayor ambición es que algún día podamos ganar la Liga’’ sino en clave completamente individualista: ‘’tengo que intentar correr más rápido, sólo así podré ganar al vecino’’. Y ganar al vecino, era como hemos dicho antes mejorar tu status. La parcela de la competitividad económica había llegado al deporte.
Pero lo que sucedió durante los años 60 en EEUU no es una mera anécdota. En España actualmente hay miles y miles de carreras populares. Carreras de 3 km, de 5 km, de 10 km, medias maratones y maratones, trails, ultra-trails,… Carreras para todos los gustos y colores, carreras en las que nos dicen que ‘’desafiemos nuestros límites’’ y que ‘’ningún obstáculo es suficiente para pararnos’’. Carreras que han crecido especialmente durante los años de crisis económica y recortes en servicios públicos y que han servido para publicitar a grandes empresas (incluso a las que tienen que ver con la Sanidad Privada).
Y aquí es donde aparece el tercero en discordia: Paulo Coelho. Como hemos dicho antes el neoliberalismo no podría convivir con una sociedad que no fuera individualista, y para ello se dio a luz a la mayor jauría de gurús neoliberales. Paulo Coelho es tan sólo un ejemplo, y su nombre aparece en este artículo no por una animadversión personal (que también) sino por ser quizá el más conocido de ellos. Los libros de autoayuda y de reconstrucción emocional a través del yo son clave en la ‘’filosofía running’’. Saber sobreponerse al cansancio, seguir corriendo aunque te fallen las piernas, creer que puedes alcanzar todas las metas y sobre todo la de ayudarte a olvidar cualquier bache emocional. Y es que si hay algo que no le va a faltar a un buen ‘’runner’’ es el ego.
Los libros de autoayuda y de reconstrucción emocional a través del yo son clave en la ‘’filosofía running’’
Para quienes tienen que pasar 8 horas en la fábrica o servir cafés de 9h a 13h y de 15h a 20h; lo de correr queda algo lejos. Lo primero por la imposibilidad de compatibilizar físicamente el cansancio acumulado en el trabajo al cansancio acumulado en la práctica deportiva; y lo segundo porque es muy difícil que una persona concilie trabajo, vida familiar, vida social y entrenamiento. Si partimos de estas dos premisas alcanzaremos las conclusiones que pueden ayudarnos a ir cerrando este capítulo: o bien tienes tiempo libre para ‘’alcanzar tus metas’’ o bien intentas alcanzarlas aislándote más de tu entorno, de tus amigos, de tu familia.
La primera conclusión es la que venimos detallando a lo largo del artículo. Clase media aburrida con el suficiente tiempo como para iniciarse en el running, triunfar personalmente y alcanzar el éxito individual. La segunda conclusión es la que nos da pavor. Sectores populares empujados al aislamiento para intentar rozar metas que, por una cuestión material (preocupaciones, falta de tiempo, necesidad de dinero) no van a poder alcanzar casi nunca. Sectores populares a los cuales el neoliberalismo les vuelve a decir (después de haberlo hecho en el plano económico y laboral) que han vuelto a fracasar, que están en la cola del éxito.
El auge del running ha hecho también que el mercado se introduzca de lleno en una práctica en la que hasta ahora sólo hacía falta un par de deportivas. Ropa para el frío, para el calor, para la lluvia, para el otoño y para la primavera, deportivas de supinador, de pronador, deportivas con suelas acolchadas, deportivas completamente planas, ligeras, de montaña, para pista o para terrenos áridos, relojes, bandas para tomar el pulso, mp3, mp4,… ¡todo es necesario para salir a correr! Excepto amigos. Mientras tanto niñas y niños juegan en tres cuartas partes del mundo con los pies totalmente descalzos.
No es motivo del texto señalar a quienes practican (practicamos) la afición por salir a correr. Sólo tiene la clara intención de señalar el intrusismo de la ideología neoliberal en el deporte, mercantilizándolo y sometiéndolo continuamente a la lógica de la superación en clave individual; algo que puede que sirva a las aspiraciones de las profesiones liberales con vocación para destacar, pero no a la de la clase trabajadora que vive cada día con el sudor de su frente.
En lo fundamental creo que podemos estar de acuerdo, pero considero que hay algunos aspectos muy rebatibles en este artículo referidos al «running». En primer lugar se habla de una competitividad a mi juicio inexistente, es cierto que muchos corredores populares participamos en carreras para mejorar nuestras marcas pero nunca hay pique con nuestros compañeros (obviamente no todos podemos entrenar lo mismo, ni queremos tampoco).
Ese «individualismo» del que se habla no lo es tanto en la práctica. He conocido a mucha gente corriendo, gente con la que comparto momentos, entrenamientos, carreras y cervezas. He practicado otros deportes y afirmo sin dudar que el compañerismo que me he encontrado en las carreras no lo viví ni de cerca en el fútbol, por ejemplo. ¿Sabéis lo que supone para un chaval seguir los partidos desde el banquillo porque solo pueden jugar los «buenos»? Eso es individualismo, eso es competitividad y eso es segregación.
Por otra parte, estoy completamente de acuerdo en criticar la existencia de algunas carreras patrocinadas por grandes empresas (en efecto, incluso aseguradoras médicas), jamás me verán participar en una de esas carreras. Pero, por contra, podéis fijar la atención en las carreras de montaña que se desarrollan en muchas zonas despobladas, pequeños pueblos que organizan estas pruebas (en la mayoría de las ocasiones solo con patrocinadores locales) y que no creo que merezcan las mismas críticas que las grandes pruebas que todos conocemos.
Respecto a lo de la ropa, tampoco puedo estar más de acuerdo. Aunque, elijas los complementos que elijas, correr sigue siendo el deporte más barato.
El Comité Olímpico soviético, me representa con sus palabras. Totalmente. Conocí gente solidaria, amigos unidos por el compañerismo. Salvo excepciones, hay otra conciencia del cuidado físico. Ruedas, que representa a Argentina en el trail nternacional, viene de un pueblo y familia humilde sólo necesitó un par de zapatillas y listo… así fueron sus comienzos, otro deporte le hubiera sido imposible. Mi competencia es conmigo misma