Las reclamaciones históricas del colectivo desaparecen ante un discurso sin fondo que sirve a los intereses comerciales. Aparecen los estereotipos, los cuerpos perfectos y cuidados, la moda y referentes de visibilidad que promocionan una vida de consumo. Solo hay que fijarse en Dulceida o en Los Javis para darse cuenta, con el Dulceweekend como su máximo exponente. Las grandes empresas no ven en nosotras un grupo de lucha, sino un target de venta. Tenemos que encajar en un ideal que nos marca el capitalismo. Solo existen gays y lesbianas, ambos con cuerpos de instagram -piel, pelo y abdominales perfectos- las lesbianas ser masculinas pero sin los privilegios del género y los gays al contrario, tener pluma pero solo en la estética. No hace falta repetir quien encaja en este estereotipo.
La incorporación de la diversidad sexual al modelo capitalista no responde a un carácter social o a un reconocimiento de derechos sino a una forma de atraer a nuevos clientes y obtener mayores beneficios; lo que produce una mayor exclusión en el propio colectivo. El sistema no acepta en realidad la diversidad sexual, lo que se acepta es al hombre homosexual consumista que no cuestiona ni el modelo capitalista ni los roles de género. Se inculca a la mercantilización de los cuerpos femeninos con la excusa de la perpetuación de la genética a través de los vientres de alquiler. Se está instrumentalizando al colectivo para poder hacer negocio de la capacidad reproductiva de las mujeres. Se incentiva el individualismo y la meritocracia, se desliga el discurso LGTB de la igualdad, la libertad o el feminismo.
Lo Gay vende, en Madrid desde hace años se viene usando el Orgullo como un gran reclamo turístico, Chueca es el barrio de moda que ha expulsado a la clase obrera para llenarse de una élite gay aburguesada que puede pagar 1800€ por un piso de 40m2. Y esto se extiende por todas las ciudades del Estado, especialmente en el ocio nocturno. Los locales “gayfriedly” se llenan, los Pub´s, donde durante años gays, lesbianas, bisexuales y transexuales encontraron un espacio donde socializar de forma segura, donde ser visibles sin ser condenadas, hoy atraen al público como algo exótico, desposeyendo al colectivo de espacios seguros.
Nuestra libertad sexual no cabe en este sistema, la sociedad capitalista liga una mayor “tolerancia” a un mayor acceso a recursos, y la imposición de unos roles muy concretos. Por tanto, la aceptación de una orientación o identidad sexual va ligada a cuestiones de etnia, clase o género. La lucha LGTB debe ser una lucha contra el patriarcado y contra el capitalismo, es nuestra labor combatir los discursos neoliberales e individualistas en el seno del colectivo.