Hace unos días se confirmó la noticia del acuerdo al que han llegado la Liga y la multinacional de entretenimiento Relevant; durará 15 años, y supondrá el traslado de uno o dos partidos de la Liga española a Estados Unidos y Canadá. Esta salida afectará principalmente a las aficiones de los equipos afectados que no podrán ver a su equipo en el estadio de siempre.  Según el presidente de LaLiga, Javier Tebas, el objetivo es expandir el producto y dar a conocer el fútbol en tierras norteamericana.

Pese a lo sorprendente del anuncio, este movimiento es un paso más en la política de elitización que se está llevando a cabo en el deporte y en concreto, en el fútbol. Esta decisión conlleva un proceso de desarraigo de los clubes con sus territorios de origen, sustituyendo el concepto de aficionado por el de cliente, donde la clase trabajadora cada vez tiene menos espacio.

Esta deriva busca orientar la cultura del fútbol ampliamente extendida en nuestro país, hacia el consumo de clases altas y el turismo de élite. La consecuencia es un aumento del precio de las entradas hasta niveles prohibitivos para las clases populares, que hasta hace unos años han sido las principales interesadas por este deporte. Así, mientras que el aficionado clásico buscaba en los estadios lugares de socialización donde compartir vivencias con otras personas, el cliente busca el consumo y ocio individualista. Al igual que en el proceso de gentrificación de las ciudades, el fútbol se orienta cada vez más al turista adinerado que necesita tener la equipación del último fichaje millonario. Mientras, expulsa a las capas populares de unos espacios que han ocupado durante décadas y las relega a consumir desde sus casa por televisión.

Esta decisión conlleva un proceso de desarraigo de los clubes con sus territorios de origen, sustituyendo el concepto de aficionado por el de cliente, donde la clase trabajadora cada vez tiene menos espacio.

Esto no es nuevo. Como comentábamos al comienzo del artículo, se trata de un proceso que desde que en el año 1999, el Real Decreto 1251/1999, obligase a todos los clubes a convertirse en SAD (Sociedades Anónimas Deportivas). Esta nueva ley hizo que clubes que hasta entonces eran propiedad de sus socios, pasasen a manos de especuladores que hacían y deshacían a su antojo utilizando la creciente popularidad del fútbol para enriquecerse. A nivel social esta normativa cambiaba por completo el sentido de un equipo;  pasó de ser una unión de aficionados a una gran multinacional con intereses económicos más allá de los deportivos. El arraigo histórico que los clubes tienen con sus territorios y sus ex socios aficionados generan la gran contradicción que los actuales dirigentes tratan de solventar rompiendo con el pasado. Además, desde los años 90 el fútbol está en manos de empresas relacionadas con negocios fraudulentos, así vemos como numerosas multinacionales han entrado a invertir en las SAD.

El siguiente paso fue la eliminación de espacios en los estadios a precios asequibles para la clase trabajadora como las gradas de pie que permitían ver partidos a gente con rentas bajas. Además cambió la organización de los estadios: los clubes sustituyeron los espacios de socialización por zonas de tránsito y consumo rápido. Así, el estadio dejó de ser un lugar de reunión para convertirse en una zona de consumo puntual.

El resultado de estos aspectos es un creciente encarecimiento de las entradas y abonos. Además, la cultura del consumo ha supuesto la desaparición de clubes históricos con un importante arraigo social en sus territorios. Ejemplo de esto son la Unión deportiva Salamanca, el Club Deportivo Logroñés o el Ejido; amén de otros que han estado al borde la desaparición.

El traslado  de un partido a Estados Unido, es el siguiente paso para convertir en multinacionales a clubes que en otro tiempo pertenecieron a sus socios y aficionados que son el último trozo de una gran tarta de beneficios que se reparten televisiones, fondos de inversión y directivos que buscan el lucro capitalista. Por ello, oponernos al traslado de partidos a EEUU es recuperar la propiedad de un deporte que tiene un origen humilde y de clase obrera;  abrir un nuevo frente en la lucha contra la gentrificación de las ciudades y sobre todo, es comenzar la lucha por un ocio que podamos disfrutar la clase trabajadora.

 

Alberto Orgaz, militante de la Juventud Comunista.

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