Durante años, el modesto municipio de Fraguas fue un despoblado, dependiente del también humilde pueblo de Monasterio, cuya población actual está censada en 15 habitantes. Las ruinas de fragua yacían bajo las zarzas, dinamitadas, y en algunos casos con restos de balas. Esto no se debió a la guerra, aunque sí que tuvo que ver con las acciones del Estado fascista, allá por 1968.

Hasta ese año, el poblado había contado con una pequeña población, que vivía del campo y del ganado, como tantos otros pueblos. Muchos de los jóvenes habían ido a la ciudad, pero aquellos pobladores que habían pasado allí su vida entera todavía conservaban sus casas y tierras. Fue entonces cuando recibieron un requerimiento de expropiación a sus terrenos y hogares, obligándoles a marcharse de sus casas, dejando atrás sus muertos y forzando su reubicación. Por decisión del gobierno central, el lugar había sido declarado monte de utilidad pública. Las fragüenses salieron de allí forzadas por la maquinaria del sistema, y aquellas que se quedaron se mantuvieron por poco tiempo, viendo impedido su medio de vida mediante multas y coacciones.

¿Qué utilidad pública era tan importante como para desalojar un pueblo y hacer monte de él, se preguntarán? En este caso se trataba de unas prácticas militares, en las que se probó la puntería de los soldados del ejército español, y se demolieron los edificios presentes mediante explosivos. Sin duda una “noble” tarea, el mantener a los militares ocupados y recordarles como se derribaba un pueblo a escombros, no fuera que se necesitara volver a hacerlo tras la muerte del dictador fascista.

Tras este oscuro suceso, con el pueblo ya en ruinas, la titularidad del mismo pasó a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Durante otros 40 años poco se hizo con Fraguas, y solo los antiguos habitantes pasaban de tanto en tanto, a lamentar frente a sus ruinas la pérdida de sus hogares. La vegetación se hizo con el lugar, y poco quedó de las viejas calles y campos que antaño valieron a las pocas decenas que ahí vivían.

No fue hasta el año 2011 cuando, probablemente en una actividad netamente administrativa, los terrenos de Fraguas se añadieron al Parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara. La distinción suena ostentosa, y no se quiere en estas líneas quitar valor a las necesidades de protección del medio natural, pero el modelo seguido por la Junta es cuanto menos deficiente.

El Parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara cuenta nada menos que con 36 municipios en su interior, de pequeña población, siendo el que más Cogolludo con poco más de 500 habitantes. A su vez, existen 32 cotos de caza, la mayoría privados, que alcanzan en el caso de los mayores hasta 50.000 hectáreas. Por otro lado, la población forestal está compuesta en gran medida de pino silvestre, una especie no autóctona, traída del norte de Europa durante la dictadura franquista para la repoblación sistemática y el aprovechamiento maderero. Poco ha hecho la junta en los años de gobierno para recuperar la encina, la higuera, el olmo o el álamo, árboles que sí que representan la flora alcarreña.

Esta era la situación cuando, en 2013, un grupo de jóvenes contrarios al sistema capitalista llegaron a las ruinas de Fraguas. Les unía su creencia en la autogestión, la autosuficiencia energética, y las ganas de trabajar. Para poder llevar a cabo su proyecto de vida, recuperaron las tierras antaño expropiadas y se pusieron a trabajar.

La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha prefiere mantener un terreno abandonado en lugar de que un grupo de gente se organice para trabajar y vivir ahí

Su intención era devolver el pueblo a su utilidad de origen, y para ello comenzaron la limpieza y la reconstrucción. En principio los refugios eran temporales, pero eventualmente reconstruyeron en base a los cimientos presentes, usando la piedra de escombro original y ladrillos que buscan mantener la estética general.

Los pobladores originales, que cada cierto tiempo volvían por las ruinas a recordar su niñez, acabaron coincidiendo con el proyecto actual, y les dieron todo su apoyo, compartiendo historias y vivencias de cómo solía ser el pueblo cuando estaba vivo.

Pero sin embargo, la vida en Fraguas no se dio sin dificultades. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha prefiere mantener un terreno abandonado en lugar de que un grupo de gente se organice para trabajar y vivir ahí. No responde a los intereses del gobierno el que los ciudadanos se organicen, y menos si eso dificulta las contratas de caza que puedan sacar por el terreno.

 

Es por ello que, primero el gobierno del Partido Popular, y más tarde el gobierno Socialista junto a Podemos, iniciaron una denuncia penal por usurpación del monte, contra la ordenación del territorio y por daños al medio ambiente. En total pedían más de 4 años de cárcel a las pobladoras originales a las que identificó la Guardia Civil, aparte de multas personales y más de 30.000€ en concepto de demolición de las edificaciones realizadas.

El juicio se celebró el año pasado, y finalmente se retiró por parte de la fiscalía el delito de daños al medio ambiente, pero la sentencia no dejó impune las acciones de las jóvenes, condenándolas a año y medio de cárcel y 2700 euros de multa a cada una de ellas, además de los costes de demolición. Contra esta injusticia se trató de recurrir mediante apelación a la audiencia provincial.

Hace pocos días que la audiencia confirmaba la sentencia de forma íntegra. En total, el grupo de Fraguas deberá pagar 50.000€, con la seguridad de que de no hacerlo irán a la cárcel. Queda todavía una última vía, en un recurso ante el Tribunal Constitucional, pero la esperanza de estas jóvenes en la justicia burguesa es poca.

Con todo, pese al proceso judicial, el desánimo no ha arraigado en este colectivo. El trabajo en Fraguas se ha mantenido, con apoyo solidario de otras organizaciones de todo el estado, que han visitado el pueblo y han dado difusión al despropósito del caso contra las repobladoras. Bajo el nombre de #FraguasRevive se ha creado una red de solidaridad para aquellas luchadoras que, con todo el trabajo que ello conlleva, intentan vivir fuera del sistema.

También desde la Unión de Juventudes Comunistas apoyamos a las compañeras de Fraguas, un ejemplo de las alternativas posibles a la opresiva realidad del sistema capitalista, y cuya represión no es si no una muestra más de hasta donde es capaz de llegar este sistema para mantener a la clase obrera en el yugo del capital.

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