En 1979 se celebró la primera Conferencia Mundial sobre el Clima en Ginebra, quince años más tarde, en 1994, entra en vigor la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y desde 1995 toma lugar una Cumbre Climática anual. Desde entonces, solamente se han alcanzado dos grandes acuerdos respecto a la crisis climática: el protocolo de Kyoto y el acuerdo de París. Cabe destacar la influencia que ejerce el lobby de los combustibles fósiles en estas reuniones. Por este motivo, en cumbres como la de 2013, las negociaciones se vieron paralizadas.
El protocolo de Kyoto tiene por meta reducir la emisión de varios gases que aumentan el efecto invernadero causando un calentamiento global mayor al que se debería. Para ello, introdujeron varios objetivos jurídicamente vinculantes que asegurasen que esto se cumpliese en los países firmantes. El acuerdo se dividió en dos períodos de compromiso: el primero desde 2005, con su entrada en vigor, hasta finales de 2012 y el segundo desde principios de 2013 hasta 2020, donde entrará en vigor el Acuerdo de París. Este nuevo acuerdo, alcanzado en 2015, una vez más tiene por objetivo la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
A pesar de estos acuerdos, los pasos tomados para paliar la crisis climática no han sido suficientes. Durante los años en los que Protocolo de Kyoto ha estado vigente más de 150 países han ratificado el acuerdo. Estos países sumarían más del cincuenta por ciento de las emisiones totales. Entre las ausencias más notables, cabe destacar la de Estados Unidos, uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo que firmó el acuerdo, pero no lo ratificó, dando lugar a una adhesión simbólica que abandonó finalmente en 2001. Otro país en la misma situación fue Australia, que destaca por ser uno de los países más ricos.
Mientras que el objetivo del Protocolo de Kyoto era situar las emisiones de gases de efecto invernadero a un cinco por ciento menor de las de 1990, las emisiones totales han aumentado más de un cincuenta por ciento. Sobre el papel, los países que han incumplido sus cifras objetivo son pocos, entre ellos España, que ha aumentado sus emisiones en un cuarenta y cinco por ciento. En la práctica esto es diferente, ya que, los países ricos se aprovechan de que los países en vías de desarrollo no están sujetos a una regulación tan estricta para comprarles derechos de emisión, y poder así contaminar por encima de lo originalmente acordado. El coste de estos derechos de emisión es tan bajo que sale más rentable que utilizar energías limpias.
Sin embargo, podemos decir que estas medidas se quedan en un mero tratamiento sintomático de la cuestión, además de no estar abordando todo lo que esta conlleva, debiendo añadir casi por imperativo la explotación de los recursos que están llevando a una crisis muy grave.
Todas estas medidas no están señalando al verdadero culpable de la crisis climática, que radica en el modelo de producción capitalista. Este modelo, cuyo máximo objetivo es lograr siempre el máximo beneficio entra en conflicto directo con la vida. Si bien en algunos casos grandes empresas parecen muy preocupadas y comprometidas con la causa climática, en la mayoría de los casos no pasa de ser una estrategia de marketing y no se toman medidas realmente necesarias como el uso de energía limpia, evitar la sobreproducción o terminar con la obsolescencia programada. Esto no deja de ser un ejemplo de la capacidad que tiene el capitalismo de apropiarse de todas las demandas sociales, despojándolas así de todo su contenido de clase. A toda esta estrategia de marketing, podemos añadir el hecho de que los medios de comunicación individualicen el problema sobre la clase trabajadora, haciéndonos creer que con nuestras acciones individuales la crisis climática va a finalizar.
Las consecuencias que va a tener la crisis climática a medio largo plazo recaen sobre las poblaciones más pobres: conflictos por recursos básicos como el agua, migraciones forzadas, empeoramiento de las cosechas, aumento de los desastres naturales y agravamiento de la salud de la población. Sin embargo, las causas de esta crisis se deben sobre todo al modo de vida de los más ricos y al saqueo de recursos que llevaron a cabo los países desarrollados durante su industrialización.
Ante todo esto, nuestra responsabilidad está en seguir señalando al sistema capitalista como principal culpable de esta emergencia climática en la que nos encontramos y abogar por un sistema que ponga la vida por delante y que no continúe con las pretensiones de un crecimiento ilimitado en un planeta finito.