Estos datos podrían hacernos pensar en lo maravilloso que es que las empresas por fin estén empezando a preocuparse por la salud y bienestar de sus trabajadores. Sin embargo, no todo es como puede parecer a simple vista y, en este caso, se hace más que necesario entrar un poco más en materia analizando algunos datos que exponen el conflicto de intereses que existe tras este tipo de programas.
En primer lugar, cabría preguntarse si lo que tratan las empresas es de arreglar o más bien parchear un problema que ellas mismas han creado. Según la OMS, existen alrededor de 160 casos nuevos al año de enfermedades que se relacionan con el trabajo. El 16% de los casos de dolor de espalda inhabilitantes tienen una causa relacionada con el entorno laboral, al igual que el 8% de las depresiones.
Además, esta es una problemática que va en aumento: cada vez son más numerosos los casos de fallecimientos a causa de accidentes laborales (652 en el año 2018 en España, cifra que se corresponde con la máxima siniestralidad registrada desde el año 2011 y que aumenta cada año). A mayores, se sabe que entre 2012 y 2018 las bajas laborales por enfermedad profesional se han disparado un 35%. Como vemos, se trata de cifras bastante preocupantes.
Sin embargo, a nuestro parecer, lo más alarmante no son las altas incidencias de enfermedad y accidentes, ni la tendencia creciente de las mismas, sino que en la gran mayoría de los casos las causas de estos son fácilmente prevenibles. De hecho, por poner un ejemplo, bastaría un adecuado uso de los Equipos de Protección Individual para evitar muchas de ellas, algo que realmente se vería reflejado en la incidencia de las enfermedades por motivo laboral.
Concretamente, según datos del INE y del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, entre enero y noviembre del año 2019 se han registrado un total de 12.132 casos de baja por enfermedad profesional. De todas ellos, las que predominan son aquellas causadas por agentes físicos (más de 10.000 casos en total) como son la sordera provocada por exposición al ruido, las tendinitis y lesiones de menisco por repetición de posturas forzadas y tener que soportar grandes cargas, los nódulos en cuerdas vocales o la ceguera como consecuencia de exposición a radiación ionizante. También son comunes las enfermedades respiratorias por inhalación de partículas (517 casos en total). Y eso, por no hablar de otros muchos casos de enfermedad mental y otros trastornos relacionados como pueden ser el Síndrome de Burnout, el trastorno por ansiedad generalizada o la depresión, ya mencionada anteriormente[1].
Por supuesto, las bajas por motivo laboral o sufrir de este tipo de trastornos hace que descienda notablemente la productividad y aumente el gasto, lo cual es acaba llevando a que las empresas se empiecen a interesar por la salud y bienestar de sus trabajadores.
Sin embargo, se sabe que en España son numerosas las empresas privadas que incumplen los mínimos de salud laboral establecidos en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Y es que, en lugar de tomar un enfoque real de salud laboral en el que se analicen las enfermedades que afectan en la empresa, sus causas y factores de riesgo para apostar por la prevención de las mismas, nos encontramos que la estrategia de estas empresas es la de aumentar la productividad a través de programas que responsabilicen al trabajador a tener una buena salud, asegurándose a su vez una buena dosis de publicidad. Porque ya se sabe: el trabajador contento produce mejor.
Por poner un ejemplo más concreto, encontramos el caso de la empresa Lidl la cual cuenta con programas en torno a la salud muy diversos como son el de promoción de la actividad física, alimentación saludable o gestión del estrés. Por otro lado, Lidl al igual que muchas otras empresas, incluye estos programas dentro de lo que ellos denominan el «salario emocional». Se utilizan como buena publicidad a la hora de contratación y además son alicientes para que las trabajadoras se queden en la empresa, dando la imagen de que les importa tu salud y bienestar como trabajadoras suyas. Y nosotras nos preguntamos, ¿no sería más fácil ganarse a los trabajadores erradicando su explotación laboral, implementando horarios dignos o permitiendo su conciliación? Una vez más, los grandes magnates se las arreglan para hacerse un lavado de cara y ocultar las verdaderas problemáticas, relegando a un segundo plano todo lo estructural.
Otro de los objetivos de este tipo de programas es evitar a toda costa las bajas laborales causadas por trastornos psicológicos. La tendencia argumentativa de las grandes empresas gira en torno a concebir el estrés o la ansiedad como un problema que aparece únicamente cuando estos no se gestionan de manera adecuada. El malestar psicológico sería resultado de malas prácticas en el procesamiento de los pensamientos o las emociones de cada uno y no tanto del contexto precario. Y ante este mensaje lanzado, que indirectamente culpa al individuo de haber creado su malestar, se enseñan y proponen diferentes medidas para combatirlo como el mindfulness, las técnicas de pensamiento positivo o las rutinas de relajación y ejercicio físico que muchas veces forman parte de estos programas.
Haciéndonos olvidar, una vez más, que la verdadera salud no solo se encuentra en el deporte, el ambiente positivo y la dieta saludable, sino también de muchos otros factores como son el descanso, el derecho a estar de baja cuando se necesita, el disfrute de las vacaciones… en resumen, el trabajo digno y libre de explotación.
Como conclusión, que las grandes y pequeñas empresas apuesten por la salud de sus trabajadores no es algo negativo, pero que no nos engañen. El empresario en búsqueda de una mejora de nuestra salud y bienestar en realidad busca, como todo capitalista, el máximo beneficio para sus bolsillos, y se olvida, por supuesto, de nuestros problemas e intereses reales.
Y precisamente por eso, como jóvenes y obreras, debemos aspirar a más, y nunca dejar de denunciar, en el día a día y en nuestros ambientes, estas situaciones de injusticia. Y tener muy claro que la organización, ya sea en las calles, en nuestros centros de trabajo e incluso en los espacios de ocio que frecuentamos, supone la mejor herramienta para una lucha constante y diaria de las jóvenes de clase obrera por una mejora sustancial de las condiciones no solo laborales, sino vitales. Porque no queremos sobrevivir, queremos ser capaces de vivir de manera digna.
[1] http://www.agitacion.org/2019/10/11/psiquiatria-neoliberalismo-e-ideologia-apuntes-para-un-analisis-de-clase/