Guillermo Úcar, Secretario General de la Juventud Comunista
Pedro grita ‘’que viene el lobo’’ y huimos corriendo a nuestras casas. Y aunque ahora se ríe y disfruta de su posición ventajosa, no es consciente de que lo repite tantas veces que cuando el lobo llegue de verdad no nos lo creeremos. La fábula nunca tuvo tanto sentido en la política española.
Desde la escisión del PP durante la anterior crisis económica y la conformación del partido ultraconservador VOX, son muchas las veces (y las voces) que han gritado ‘’ya están aquí los fascistas’’. Todas ellas sin un análisis pormenorizado y riguroso. Y es que quizá el mayor de los problemas ha sido que hemos ido diluyendo el concepto de ‘’fascismo’’ para definirlo casi todo: extrema derecha, derecha radical, derecha populista… citando a Fidel Oliván ‘’etiquetas para definir lo que vino después del fascismo, pero que al fin y al cabo no era lo mismo…y aun así se le parecía.’’ Cuando se afirma que aún así se le parecía es porque indudablemente la presencia mediática de elementos ultraconservadores ha generado una oleada de normalización de algunas actitudes que, en cierto modo, se pueden calificar como fascistizantes.
Sin embargo, analizar el día de hoy como un desarrollo del fascismo supondría reconocer el actual momento político y social como un momento de avance de las posiciones rupturistas y revolucionarias; porque ante todo, el fascismo es una fuerza de choque contra el movimiento obrero. ¿Estamos entonces en esa fase? Quien escribe estas líneas opina que no. Entre otras cosas porque ni en el modo de producción, ni los consensos del 78, ni el papel de España en la economía imperialista están en cuestionamiento. Por eso resulta impensable creer que las élites necesitan por el momento una fuerza de choque. ¿Cómo explicar y frenar entonces ese auge reaccionario? Eso pretenden abordar estas líneas.
El fin del ciclo político iniciado en la huelga general del 29 de septiembre de 2010, durante el Gobierno Zapatero (El análisis político cotidiano marca la fecha del 15M como fecha de inicio, pero no se puede obviar la importancia revulsiva que jugó justamente esa Huelga General después de un desgaste de ciclo movilizador anti-Bolonia.) es ya un hecho consolidado. Y no se trata de justificarlo en base a un cambio en el escenario provocado por la pandemia, sino a que la movilización que impugnaba al Régimen en clave totalizadora (Marchas de la Dignidad y movimiento feminista, principalmente) se ha ido desmembrando y atomizando. También lo ha consolidado la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno, haciendo confiar los impulsos de organización popular en la institución. No se trata siquiera de una crítica o un reproche, sino de una constatación en tanto y en cuanto la condensación política entre el PSOE y ‘el espacio a la izquierda del PSOE’ se ha coaligado después de 42 años. Por primera vez las fuerzas que aspiraban a representar a los sectores populares frente al bipartidismo desaparecían de la ofensiva para imbricarse en una posición de defensa dentro de las estructuras del Estado.
Por eso no extraña que ahora, como respuesta a todo un ciclo movilizador popular agotado, se luzcan más los movimientos reaccionarios. La década del procés supuso la visibilización de la plurinacionalidad pero también la amplificación del discurso del españolismo. Los años de crecimiento del movimiento feminista dieron lecciones de organización de la movilización pero también un auge revanchista de una ola patriarcal. La crisis de refugiados fortaleció la solidaridad y el internacionalismo pero también dió pie a una oda al nativismo (El famoso ‘’primero los de aquí’’ que más se identifica con VOX pero que otros partidos, por dichos o por hechos, también defienden. No acoger y deportar, es también una suerte de nativismo). Al igual que la crisis derivada de la pandemia provoca una ola de solidaridad y reconocimiento a las trabajadoras esenciales, pero también discursos reaccionarios y anticientíficos exacerbados. Y la entrada del ‘’espacio a la izquierda del PSOE’’ por primera vez en esta etapa constitucional en el Gobierno, hizo que algunos poderes se inquietaran y con ello activaran mecanismos y actitudes reaccionarias. Mecanismos que ya existían y actitudes que ya habíamos visto sólo que de momento en pequeñas dosis. Mecanismos y actitudes que tienen su correlación (de forma diferente) en otras partes del mundo.
Cuando decía al principio del artículo que el error de análisis resulta frívolo me refería sobre todo a que es olvidar la historia y cómo se forjó el Régimen. Olvidar la configuración de las estructuras del Estado (Justicia y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, principalmente), olvidar la reconfiguración del Franquismo en torno a tres derechas (UCD, AP y Fuerza Nueva) y olvidar a quienes dentro de este marco constitucional han sufrido violencia. Resulta frívolo hablar de defender el marco en el que vivimos frente a un supuesto desarrollo del fascismo, cuando sabemos que hay sitios de los cuales la dictadura nunca salió.
Es olvidar las palizas en distintas comisarías en nuestro país (como hemos podido ver en el caso de Mikel Zabalza, entre otros). Olvidar diferentes asesinatos (incluso décadas después del proceso de la Transición) por bandas abiertamente fascistas, como fueron los de Jimmy y Carlos Palomino. Olvidar las innumerables movilizaciones que se produjeron contra el aborto y contra el matrimonio homosexual. Olvidar discursos patriarcales, de odio, de xenofobia, de racismo, que se han dado año tras año. Por eso este auge reaccionario no tiene nada de nuevo, sólo se ha despertado tras haberle dado poder mediático a un sector oculto hasta ahora en la derecha hegemónica de nuestro país.
Pero hay quienes se han empeñado en caerse de un guindo en pleno 2021. También cuando se aplaude a Emmanuel Macron dedicando unas palabras de reconocimiento a los republicanos españoles que combatieron en la resistencia francesa al nazismo. Ingenuos por pensar que existe ‘la derecha antifascista’, porque no se puede luchar contra el fascismo sin luchar contra la placenta en la que se desarrolla. En palabras de Bertolt Brecht ‘’estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo.’’
Las exacerbaciones verbales de Abascal o de Ayuso blanquean y dan alas a los grupúsculos fascistas que ya existían y eso implica peligros que no se pueden obviar. Pero frente a estos grupos todavía hay una profunda memoria antifascista en los barrios populares de nuestro país y ejemplo de ello es la movilización de Vallekas frente a un mitin de VOX o la expulsión de fascistas de algunas movilizaciones sociales y obreras. La estrategia de lepenización de los ideólogos de VOX sigue sin calar y el PP sabe que ampliar su base por la derecha implica entregar la posición moderada a otras opciones políticas a las que había debilitado durante los últimos años.
En cualquier caso esa pulsión derechista combinada con la agudización de la crisis (material y emocional) que vivimos la juventud trabajadora entraña un riesgo que si que hay que combatir. El riesgo de que víctimas de la desesperación y de ver como no se responde a nuestras problemáticas, una gran parte de nosotras vea en los discursos ultraconservadores (principalmente en torno a la crisis medioambiental y la crisis de refugiadas) una posibilidad de solución. Por eso hay que desactivar los intentos de las fuerzas reaccionarias para permear en los barrios populares, tanto enfrentándonos a sus posiciones como construyendo alternativas.
Concluyo reafirmando que este auge reaccionario no es fascismo, aunque se le parezca en algunas cosas y aunque algunos de sus oportunistas devotos sí lo intenten impulsar. Y eso no significa que lo considere menos peligroso o que lo minimice, significa que para enfrentarlo no necesitamos protegernos normalizando las instituciones que tenemos hoy. Significa que no estamos en el momento de elegir entre la democracia de las élites postfranquistas nacida en 1978 o el fascismo diluido del siglo XXI.
Los análisis erróneos conllevan decisiones erróneas y fortalecernos en unas instituciones herederas del Franquismo e intentar protegernos con un escudo que pertenece a otra clase es posiblemente una de las más grandes que podemos cometer. No podemos frenar el avance reaccionario defendiendo la base desde la cual se ha creado. Nuestra labor sigue siendo la de construir poder popular, la de ampliar la base entre las capas populares y construir la alternativa: una III República que nos permita afrontar los problemas que tiene nuestra clase. Porque aunque Pedro se empeñe en atemorizarnos diciendo que viene el lobo, sabemos que el único camino que nos toca recorrer es el que lleva a la ruptura del Régimen.