Tras la caída de Cataluña a manos del bando franquista en enero de 1939, el presidente del Gobierno Juan Negrín se desplazó en avión hasta Alicante con el fin de organizar allí la resistencia. Negrín, así como buena parte de la ejecutiva del PSOE y del PCE, era partidario de organizar una férrea resistencia republicana que permitiera una paz pactada, una retirada organizada o el tiempo suficiente para que la Guerra Civil española se integrara en el ya previsible conflicto bélico europeo que se avecinaba.
Negrín decidió establecer su lugar de residencia y el del personal gubernamental vinculado al PCE, así como algunos de los principales centros de decisión, en la Comarca del Medio Vinalopó. Esta decisión se debió a la posición de esta zona, alejada del frente del conflicto, así como a su vinculación con la causa republicana (debido al vínculo existente entre Emilio Castelar y Elda, ciudad en la que pasó buena parte de su infancia, a la presencia de numerosa clase trabajadora y al recibimiento de refugiados y heridos de guerra provenientes del frente) y a su excelente comunicación con el resto del territorio: por Elda cruzaba la carretera de Madrid a Alicante, vía principal de la zona republicana; además, era cercana a los principales puertos disponibles (Cartagena y, sobre todo, Alicante) y disponía de red ferroviaria con una estación de tren propia. Por ello, algunos historiadores denominan como “Gobierno de Elda” a este período comprendido entre el 25 de febrero y el 6 de marzo de 1939.
La semi-escondida finca de El Poblet, localizada en el municipio de Petrer, fue el lugar seleccionado para hospedar a Negrín, y recibió el nombre en clave de “Posición Yuste”. En los dos últimos consejos ministeriales, celebrados en dicho enclave, se conocieron las noticias de la dimisión de Manuel Azaña como presidente de la República, el reconocimiento del bando franquista por Gran Bretaña y Francia (lo que paralizó la arribada de material militar soviético), la rebelión de Cartagena y el golpe de Estado ejecutado dentro del bando republicano por Casado, jefe del Ejército del Centro en contacto con el espionaje franquista desde meses atrás. Este, con el apoyo de algunos socialistas y republicanos y de las tropas anarquistas, se fundamentó en su anticomunismo para rechazar la autoridad de Negrín, tal y como justificó el periódico El Socialista, que afirmó que dicho levantamiento se trataba de “una victoria que impedía que la España republicana se convirtiese en una colonia soviética”.
Esta traición dentro del propio seno republicano supuso el remate final para que Negrín tomara la decisión de abandonar España por el pequeño aeródromo localizado en El Fondó de Monòver. El hasta entonces presidente del Gobierno se exilió desde esa localización, conjuntamente con otras personalidades antifascistas, socialistas y comunistas como Dolores Ibárruri, Rafael Alberti o Enrique Líster.
Tras la victoria del bando franquista llegó la represión y la depuración, tanto física como ideológica, de cualquier componente contrario al régimen. Dicha limpieza sistemática fue mucho más explícita, cruel y violenta durante la etapa del primer franquismo, aunque se acompañó de un importante adoctrinamiento basado en el nacionalismo español, el catolicismo, el fascismo y el anticomunismo durante los 40 años de dictadura franquista. Esto último fue, quizás, el mayor triunfo del fascismo español: imponer unas bases ideológicas duraderas y conservadoras sobre las cuales se cimentaría posteriormente el modelo económico capitalista, ya introducido en el país durante el segundo franquismo con el abandono del modelo autárquico.
En Elda, mi ciudad natal, la herencia franquista sigue presente, como en la mayoría del territorio español. Hasta el año 2016 Franco mantenía el título de hijo adoptivo de la ciudad, y no fue hasta el año pasado que los nombres franquistas de 20 calles y plazas fueron sustituidos. Numerosas placas del Ministerio de la Vivienda franquista continúan adornando las fachadas de los edificios más céntricos y antiguos, al mismo tiempo que decenas de pintadas con consignas nazis, racistas y xenófobas empapan los muros del pueblo.
Además, la precariedad laboral en el sector del calzado, de importancia capital en este municipio, así como la alta tasa de desempleo (del 19% según los últimos datos) contribuyen al descontento generalizado de la clase trabajadora y otros sectores populares, los cuales buscan desesperadamente un porqué de su angustiosa situación. En ocasiones, este hartazgo puede hacer resurgir el discurso franquista del que nos hemos embebido durante décadas, utilizando los pilares ideológicos reaccionarios como solución a nuestra situación actual.
En ocasiones, individuos abiertamente fascistas llegan a organizarse para intentar expandir su discurso entre el resto de la población, en un intento de revivir aquellos tiempos “gloriosos” de antaño. La normalización y blanqueamiento de dicha ideología permite que esta sea propagada impunemente, provocando que las organizaciones antifascistas sean las únicas que abiertamente les hacen frente y que, en muchas ocasiones, sean las que acaben sufriendo las consecuencias. En Elda, sin ir más lejos, existe un local en el que se reúnen fascistas provenientes de toda la provincia de Alicante desde hace años, y ningún gobierno local se ha pronunciado al respecto. Asimismo, varios de sus miembros se han visto implicados en numerosas amenazas, destrozos de viviendas y agresiones físicas a jóvenes antifascistas de los que, en no pocas ocasiones, han salido impunes.
Por todo esto, solo me queda preguntarme: ¿dónde se encuentra la memoria?
Marina B.