Llega el Día Regional de Castilla-La Mancha. “Nuestro día”, el 31 de mayo. Pero las castellanomanchegas, a diferencia de otros territorios, no reivindicamos ni un levantamiento, ni una Revolución, ni ningún acontecimiento histórico comparable. El “hito” que marca nuestra fiesta es un simple trámite: la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía. No podía ser de otra forma. Somos una región artificial, creada por el proceso autonómico del Régimen del 78. La “identidad castellanomanchega” no existe como tal.
Sin embargo, ojalá la identidad propia fuera nuestra principal preocupación, y no el pozo de precariedad en el que se ha convertido nuestra tierra. Las castellanomanchegas hemos nacido en un territorio sin oportunidades que nos fuerza al exilio. Nuestro paro juvenil oscila en torno al 40% y muchos indicadores señalan que nuestra Universidad es una de las más precarias del Estado; plantearse un proyecto de vida digno en Castilla-La Mancha es poco menos que misión imposible.
En muchos casos, lejos de intentar aparentar revertir esta situación, el cinismo institucional ha llegado a puntos inimaginables. Se han impuesto recortes en sanidad mientras había pacientes muriendo esperando a recibir una operación en una lista de espera interminable. La educación de 0 a 3 años se ha entorpecido y elitizado, en un contexto de crisis en el que el paro femenino aumentaba a ritmos aún más altos que el masculino y muchas mujeres ya se veían de por sí relegadas al trabajo reproductivo.
¡Fue nombrado Consejero de Educación, en el momento de máxima conflictividad en el terreno estudiantil, un empresario salido de la patronal industrial con el único propósito de que ejecutase recortes aún más sangrantes!
El plano político es parejo a esta realidad, y es que vivimos en una región cuyo sistema es, en realidad, unipartidista. El PSOE de Castilla-La Mancha se ha convertido en un espacio atrapalotodo que une a los sectores que tradicionalmente pueden identificarse con el progresismo con el más rancio conservadurismo reaccionario que en otras partes del Estado se ve reflejado en el PP.
Con la excepción de la legislatura de 2011-2015, nuestra región ha estado gobernada por el tradicional prototipo de hombre manchego de mediana edad “carismático” y, sobre todo, populista, un rol que han encarnado a la perfección Bono, Barreda y Page. En 2011, el descontento con la gestión de Barreda llevó a una traumática legislatura de Cospedal. En ella, la precariedad fue aún más allá y los recortes y la escasez fueron la norma.
El PSOE regional ha sabido aprovechar muy bien el miedo que generó para conseguir muchos más años de inviolabilidad (que se ha visto reflejada en la última mayoría absoluta arrolladora del actual Presidente, Emiliano García-Page). Y, así, asegurarse de mantener toda la red de clientelismos que ha instalado en los aparatos burocráticos de la Junta, que es un secreto a voces en toda la región.
A nivel estudiantil, seguimos sufriendo la precariedad salvaje que llegó con Cospedal hace justo diez años. Nos quitaron una cuarta parte de la financiación, con todo lo que ello conllevó (subidas de ratios, cierre de líneas, reducción de ayudas, imposibilidad de atender dignamente a la diversidad y un largo etcétera), mientras a la concertada se la favoreció de mil formas distintas (por ejemplo, añadiendo más conciertos y aumentando su capacidad de hacer negocio en las grandes ciudades con la deszonificación) y aumentó la mercantilización de la enseñanza en su conjunto, que se puede ver en la apertura indiscriminada de líneas bilingües en colegios e institutos o en la subordinación de la UCLM a los intereses empresariales.
La educación en el mundo rural fue la más perjudicada: ha sido frecuente encontrar aulas de cuarenta estudiantes durante esta última década. La marcha de Cospedal se esperaba como agua de mayo para que acabara este vapuleo continuo a la educación pública, pero lo cierto es que esta precariedad había llegado para quedarse. Diez años más tarde, los recortes siguen sin revertirse y el gobierno regional saca pecho de ser “un refugio para la concertada” mientras siguen los cierres de líneas en la escuela pública y la UCLM sigue estando al servicio de la empresa privada.
A nivel laboral, por si fueran poco las cifras salvajes de paro juvenil de las que ya hemos hablado, somos la región con la mayor tasa de incidencia total de siniestralidad laboral de todo el Estado. Ir a nuestro trabajo nos cuesta la vida, por si la precariedad en sí de todos estos puestos fuera poco. Además, algunas de nuestras ciudades son las que tienen las tasas de desempleo más altas del país (caso de Talavera, que ocupa el cuarto puesto en el ránking). En resumen, el poco trabajo al que nos dejan acceder ni siquiera tiene unas condiciones de seguridad mínimas, ni mucho menos nos ayuda a plantearnos emanciparnos (nuestra tasa de emancipación juvenil es, de hecho, aún más baja que la estatal, y se sitúa en torno a un escasísimo 15%).
Nuestro paisaje tampoco escapa a la precarización del Gobierno regional, y el trasvase Tajo-Segura es buena muestra de ello. Durante décadas, los recursos hídricos de nuestra región han sido expoliados para beneficiar fórmulas extractivistas de producción agraria, insostenibles medioambientalmente, mientras nuestros ecosistemas se destruían. No importa que no se pueda asegurar la pervivencia de entornos vegetales y animales autóctonos. No importa que el Tajo pierda la capacidad de diluir aguas contaminadas y no importa que en algunos tramos esté directamente seco, pues de todo ello saca tajada el capital. Mientras tanto, lo único que supuestamente tenemos “de nuestra parte” es a un Gobierno que, en su línea populista, intenta aparentar que alza la voz mientras permite que se haga negocio con nuestra tierra.
Las jóvenes no tenemos cabida en esta región, y nadie desde las instituciones parece tener la voluntad de dárnosla. Nuestros pueblos no tienen ninguna oportunidad laboral que ofrecernos y, al no estar conectados dignamente con las capitales de provincia, ni siquiera podemos desplazarnos entre ellos y el resto de la región. No tenemos más vías de transporte decentes que aquellas que sirven de paso o escala entre Madrid y el litoral mediterráneo.
La atención a la salud mental está completamente olvidada (¡ni siquiera nos es posible estudiar un Grado en Psicología presencial!). Si queremos estudiar en una Universidad que tenga unos niveles de financiación aceptables, nos obligan a marcharnos (¡a quienes puedan!). Vivimos subordinadas a los intereses del capital de otras regiones: estamos situadas en el centro de la Península, pero somos una región periférica.
Queda visto que, por mucho que quieran decir que hoy es nuestro día, no tenemos nada que celebrar. Ser joven en Castilla-La Mancha es estar obligada a exiliarte a otra región o fuera del país para poder plantearte un proyecto de vida mínimamente digno. Para quienes el exilio no es una opción, no nos queda más remedio que luchar. Luchar por unas condiciones vitales aceptables, luchar por nuestros ecosistemas, luchar por no vivir subordinadas a los intereses del capital: luchar por una vida digna. No hay más institución susceptible de mejorarnos la vida que nuestra organización.
Hugo N.