Yesca, la Juventud Castellana y Revolucionaria
Cómo ha afectado la pandemia a la juventud.
Para empezar, a nivel estudiantil, los cursos 2019/20 y 2020/21 han estado marcados por la improvisación, la pérdida de contenidos aprendidos y la tele enseñanza, con falta de herramientas y protocolos por parte de los centros docentes y de las administraciones, afectando esto especialmente a los jóvenes de clase trabajadora por la falta de recursos digitales y de espacios adecuados para estudiar en sus hogares.
A nivel laboral, teniendo en cuenta que la juventud, en el caso de tener trabajo, lo hace en empleos totalmente precarios, se ha visto afectados de forma directa por la pandemia, bien en forma de despidos, de ERTEs o de un empeoramiento de las condiciones, tales como los repartidores, cajeras, etc. Por otro lado, una gran parte del personal sanitario que se ha incorporado con carácter urgente debido a la situación pandémica, han sido jóvenes recién salidos de la universidad, a los que se ha maltratado a través de contratos temporales precarios y promesas incumplidas, jugándose la vida y la salud.
A nivel social, desde el Gobierno estatal y los gobiernos autonómicos se ha utilizado sistemáticamente a la juventud como chivo expiatorio al que culpar de las trágicas consecuencias que han provocado la pésima gestión de la pandemia por parte de las instituciones, siempre primando los beneficios económicos del capital por encima de la salud pública. A la juventud se le ha tachado de irresponsable y asesina, llegando a ver propaganda institucional que literalmente hablaba de que estamos matando a nuestras abuelas.
Además, desde el punto de vista psicológico, el endurecimiento de las condiciones de vida, tanto de jóvenes trabajadores y estudiantes, como de sus familias, así como la estigmatización y criminalización, sumada al encierro forzado en domicilios pequeños y la falta de ocio, ha llevado a una crisis sin precedentes en materia de salud mental, siendo la juventud trabajadora uno de los segmentos sociales que con más fuerza está sufriendo sus consecuencias.
Pero, a pesar de todo, a nivel de avance del movimiento popular, creemos que la pandemia ha servido para que una gran parte de la juventud trabajadora despierte su conciencia y se interese por organizarse en torno a la lucha popular, como única forma de frenar la crisis económica, sanitaria y social que se nos ha venido encima, una vez han visto con sus propios ojos que, independientemente del partido que gobierne, la respuesta de las instituciones a sus problemas cotidianos consiste única y exclusivamente en la represión.
El efecto acumulado de los 14 meses de emergencia sanitaria, económica y social.
Es necesario ver estos 14 meses dentro del contexto de las crisis cíclicas del capitalismo, la última la del 2008 cuyos efectos siguen alargándose hasta nuestros días. El virus ha servido como catalizador de todas las contradicciones de clase que se venían dando, y como la escusa perfecta para que las élites económicas hayan seguido avanzando en su hoja de ruta neoliberal, además de servirles como pretexto para reforzar las herramientas de control social.
Los efectos de esta triple crisis ya se están viendo, y se agravarán en el corto-medio plazo: colas del hambre, sanidad colapsada y privatizada, muerte masiva de ancianos y ancianas, desahucios, aumentos dramáticos de la violencia machista, aumento del paro, represión estatal…
Puede dar la sensación de que, a pesar de todo, la situación todavía es sostenible a día de hoy. Las instituciones han tratado de mitigar los (macro) efectos de la crisis con la re financiación y el aumento de la deuda pública para sostener a parte del tejido empresarial mediante los ERTEs o con ayudas directas, mientras se ha abandonado a su suerte a trabajadores y pequeños comercios, con ayudas sociales que no llegan, rentas básicas insuficientes que no se cobran y medidas de restricción arbitrarias que han castigado a las clases populares y han permitido aumentar la tasa de beneficio a grandes empresas multinacionales, eléctricas, etc.
El final del estado de alarma y la perpetua promesa de una nueva normalidad.
El final del estado de alarma, de forma similar a la gestión durante todo el transcurso de la pandemia, ha estado marcado por la improvisación y la inoperancia, además de, como hemos dicho antes, atender únicamente a criterios económicos, dejando totalmente al margen los socio- sanitarios.
En este sentido, el fin del estado de alarma se ha caracterizado por un “sálvese quien pueda” sin plazos ni protocolos claros.
La nueva normalidad es una quimera. Aunque el virus se erradique o se mitiguen sus efectos, además de las incontables vidas que se han quedado por el camino, la ofensiva neoliberal no se va a detener ni va a retroceder. De hecho, ya estamos viendo como una nueva ola de recortes, privatizaciones y encarecimiento de la vida se está cerniendo sobra las clases populares: subida descomunal de la subida de la luz, destrucción de la atención primaria, liberalización de los ferrocarriles, subida de impuestos indirectos, peajes, etc.
El auge reaccionario en el conjunto del estado, a nivel europeo e internacional y las resistencias populares a la situación actual, y las formas de doblarle el pulso al Régimen del 78.
Como en cualquier crisis capitalista a lo largo de la historia, el fascismo encuentra un caldo de cultivo perfecto para empujar a los penúltimos contra los últimos y poder dar alas a su discurso criminal.
En el caso del Estado español, aún no estamos asistiendo a un reforzamiento marcado del fascismo en las calles, más allá de expresiones concretas como los “cacerolos” del barrio de Salamanca o las concentraciones de Colón. En los últimos años, por norma general, cada vez que grupos u organizaciones de carácter neonazi han cometido actos violentos o han tratado de realizar movilizaciones con contenido fascista, racista u o homófobo en cualquier ciudad de Castilla, la respuesta antifascista y popular ha sido contundente.
Un fenómeno preocupante que se está extendiendo en los últimos tiempos es de los grupos parapoliciales, con ideología abiertamente fascista, que están actuando de matones a la hora de ejecutar desahucios, pagados por los grandes propietarios y contando con la impunidad por parte de las fuerzas represivas. Pero, a la vez, estamos asistiendo a un resurgimiento impresionante del movimiento popular en favor del derecho a la vivienda, por lo que estos grupos neonazis, como “Desokupa”, no sólo quedan retratados como lo que son de cara a las clases populares (los perros de presa del poder), sino que además se están viendo en cada vez más apuros para enfrentar a los colectivos de vivienda organizados. Sin la policía no son nadie.
Por otro lado, en el plano institucional está claro que el cambio de ciclo es cuestión de tiempo, una vez la “cara amable” del Régimen que gobierna actualmente deje de ser útil, se producirá un próximo gobierno estatal en manos de PP y VOX, la reciente victoria aplastante de Ayuso en la Comunidad de Madrid ante la falta de proyecto de oposición parlamentaria puede darnos pistas de hacia dónde vamos.
Este cambio institucional viene provocado, entre otras cosas, por la constante claudicación y rendición ideológica de la izquierda española institucional, que ha pasado de prometer el asalto a los cielos a quedarse de brazos cruzados ante uno de los mayores atracos a mano armada a las clases populares en los últimos años, como es el tarifazo de la luz.
Este es otro de los factores que históricamente ha dado alas al fascismo junto a las crisis económicas, las traiciones sistemáticas de la izquierda institucional a la clase trabajadora que dicen representar, contando también, por supuesto, el papel que juegan los medios de comunicación afines al Régimen, que blanquean continuamente al fascismo.
Para evitar que los tentáculos de la extrema derecha se cuelen en nuestros barrios y pueblos, para evitar que la juventud convierta su frustración y su falta de confianza (justificada) en las instituciones, en odio hacia el opresor y no hacia su vecina migrante o LGTB, nosotras tenemos clara que la mejor vacuna pasa por la organización popular y revolucionaria, por tener un proyecto económico, territorial, social y político alternativo al neoliberal.
En definitiva, sólo podremos frenar al fascismo que ya está viniendo si somos capaces de imaginar una alternativa real a todo este despropósito, de salir de las lógicas del Régimen del 78 y trabajar en el día a día para construir un pueblo organizado, despierto y consciente de su potencial transformador.
Organización y discursos juveniles. La izquierda de ámbito estatal y las de las diferentes naciones del Estado.
Entendemos que existen importantes diferencias estratégicas y tácticas entre las organizaciones juveniles de ámbito estatal y las de ámbito nacional (de las naciones bajo jurisdicción del Estado español).
En lo estratégico, las organizaciones de ámbito nacional, cada una con sus propios matices, por supuesto, entendemos que la construcción de proyectos emancipadores de clase y género pasan, si o si, por la conquista del derecho a la autodeterminación para los diferentes pueblos, a través de procesos constituyentes de corte republicano. No podemos desligar esta estrategia de la solidaridad internacionalista.
En muchos casos se nos tacha a las organizaciones soberanistas de ser insolidarias y de querer levantar fronteras. Al contrario, entendemos que para poder tener relaciones libres y de igual a igual entre los pueblos, lo fundamental es que podamos reconocernos a nosotros mismos y al resto. En cuanto a las organizaciones de ámbito estatal, aunque también con sus matices, su horizonte nacional es el proyecto español, normalmente de corte republicano y federal.
El principal problema que solemos encontrarnos, en especial con el caso de Castilla, es que en sus programas suele existir ambigüedad en cuanto a qué sujetos políticos son los que se tienen que federar, qué territorios consideran nacionalidades propias y cuáles regiones de la nación española.
Desde Yesca no renunciamos a reivindicar las diferentes experiencias republicanas que se han dado en los últimos siglos en el Estado español, en clave de progreso y de liberación para las clases populares, e igualmente creemos que, una vez se conquiste el derecho a decidir para nuestro pueblo y los pueblos vecinos, la mejor forma de avanzar y progresar será a través de la libre confederación entre estos. Pero, como ya hemos dicho, esto es imposible si se parte de análisis ambiguos en cuánto a cuál es la composición nacional del Estado, y qué pueblos tienen derechos o no a constituirse como sujetos políticos.
Por otro lado, vemos como las organizaciones de ámbito estatal suelen tender al reforzamiento cuantitativo de su militancia como prioridad, además de la defensa a ultranza de sus siglas en muchos casos. Mientras, en las organizaciones soberanistas apostamos por la construcción de pueblo, sirviendo como herramienta con la que generar espacios y estructuras populares asamblearias en diferentes ámbitos: antifascismo, feminismo, juvenil, estudiantil, laboral, etc. en las que participamos y defendemos nuestras líneas de forma horizontal, pero sin imponerlas, entendiendo que es mediante la praxis en el día a día y en los diferentes espacios como podemos demostrar que nuestros postulados teóricos son acertados, además de aprender de la experiencia para corregir los errores que podamos cometer.
Todo esto, a su vez, entendemos que está relacionado con la prioridad que se le da a los procesos electorales. Sería un error renunciar per sé a las instituciones burguesas, sin pararse analizar cada contexto concreto. Pero, a pesar de esto, en nuestro caso tenemos claro que esto puede ser una herramienta complementaria, no un fin en sí mismo. El fin debe ser el de tener pueblos organizados y conscientes, capaces crear estructuras de poder popular y de movilizarse para presionar, y, en última instancia, derrocar a las instituciones existentes.