Miles de personas se desplazan cada verano hasta cualquier lugar de la península con el fin de disfrutar de unos días de música, sol y amigos.
Como ya hemos denunciado en varias ocasiones, uno de los rasgos más marcados de este tipo de encuentros es la explotación laboral. Además de las precarias condiciones laborales, estos festivales no se centran únicamente en la música. El alcohol y las drogas abundan en estas macrofiestas, condicionando de manera importante la forma de socializar de la juventud. A la diversión que debería reinar en estos lugares subyacen una serie de desigualdades que nos parece oportuno analizar.
En primer lugar, resulta un dato muy interesante la escasa participación en estos eventos de grupos de música formados por mujeres. Cuando no es exageradamente minoritaria su participación, como en el caso del ViñaRock (tan solo 5 grupos de mujeres en cartel en este año de los 120 participantes), los horarios en los que suben a escena son mucho peores. Esto hace que se reduzca todavía más la visibilidad con la que las mujeres cuentan en el mundo musical, que ya es de por sí bastante baja. Y así, son infinitos los ejemplos que evidencian la desigualdad de género sobre los escenarios.
En total, los grupos formados por mujeres suponen solo un 15% de aparición en los carteles de los festivales de toda España.
Aunque se ha mejorado la situación con los años y existen festivales en los que los grupos que cuentan con mujeres rozan el 30%, como es el caso del BBK Live, la situación se aleja muchísimo de la igualdad real y la mayoría de los festivales ni siquiera cumplen con la normativa vigente en este asunto. Esta “igualdad” en cartel es algo de lo que presumen e intentan sacar beneficio las grandes empresas. Ya sabemos que hoy en día, ponerse la “chapita feminista” es salir bien parada, e incluso en ocasiones, da la sensación de que el mínimo de grupos de mujeres está puesto para mantener la imagen “progresista” de algunos festivales.
Si entramos en cifras de acoso sexual, el 43% de las mujeres que acuden a festivales lo han sufrido durante el mismo. Esto es en sí bastante alarmante, pero todavía más si tenemos en cuenta que tan sólo el 2 % de las mujeres que sufren estos abusos los denuncia a la policía y menos de un 1 % lo denuncia al festival.
Últimamente, se ha popularizado la existencia de puntos violetas compuestos por mujeres que atienden a aquellas que se sienten inseguras o que han sido o pueden ser agredidas. Esta iniciativa surge como una necesidad, pues como sabemos los “babosos” y acosadores están presentes en todo tipo de fiestas. Al principio, fueron los colectivos feministas locales, de manera autogestionada, los que se encargaron de poner en marcha estos puntos en muchos sitios, al igual que las “brigadas violetas”. Pero más recientemente, se han ido implantando este tipo de iniciativas gestionadas desde la propia organización de algunos festivales.
Sin embargo, estas cifras revelan que las medidas adoptadas por los festivales para evitar el acoso y las agresiones son insuficientes. Es necesaria la creación e implantación de protocolos en esta materia que sean claros, que aporten medidas concretas y sobre todo que hayan sido bien interiorizados por todos los trabajadores, de manera que resulten realmente efectivos.
Si queremos ir a la raíz, el problema parte del modelo de ocio y socialización actual circunscrito en un sistema capitalista y patriarcal repleto de violencias machistas muchas veces invisibilizadas. Como se ha mencionado antes, en todo este problema juegan también un papel muy importante las drogas, sobre todo, el alcohol, ya que están ligadas actualmente a todo tipo de ocio y disfrute de la juventud.
Por otro lado, al mismo tiempo que se popularizan los festivales, aumenta también la demanda y por lo tanto los puestos de trabajo, pero muchas de estas macrofiestas han recibido denuncias por explotación laboral siendo estas situaciones, en su mayoría, encubiertas por las empresas que hacen el agosto a costa de las jóvenes obreras.
En estos eventos son numerosos los casos de jornadas superiores a 12h, así como salarios exageradamente bajos, llegando a los 3 euros por hora cobrando muchas veces en negro.
Por ello, como mujeres jóvenes y obreras, es de una importancia vital, una vez más, el salir a las calles y sobre todo, seguir denunciando esta falta de libertad e igualdad que atraviesa todas las esferas de nuestra vida incluida la del disfrute y la cultura.
Frente a este modelo de ocio y cultura que se nos propone y vende, como es el caso de los macrofestivales más famosos, queremos alternativas dignas para la juventud, que se den en igualdad y que se alejen de esta manera de socialización que implica alcohol y drogas para divertirse. Entre nuestras reivindicaciones se encuentra la conquista de un ocio digno, que nos permita disfrutar del tiempo libre y el verano sin perpetuar los roles de género, el machismo ni la explotación de las trabajadoras.
El verano es nuestro y no nos lo van a arrebatar.
Gracias por la información. Gran aporte de esta web. Saludos!