En 2009, con Lula Da Silva en el poder, se llevó a cabo el programa Terra Legal en el que se regulaba el uso de las tierras a pequeños productores, provocando una reducción del 45% de la deforestación en el Amazonas con respecto al año anterior. Esta misma indicación es hoy completamente diferente, con Bolsonaro en el poder se ha conseguido en julio de 2019 batir el récord histórico de deforestación, llegando a un aumento del 248% con respecto a 2018. También el gobierno brasileño ha cancelado el Fondo Amazonía creado en 2008 conllevando el bloqueo de 35 millones de euros alemanes y 33 millones noruegos, destinados a proyectos medioambientales y a la lucha contra la deforestación del Amazonas.
El número de incendios en el Amazonas en 2019 ha aumentado un 84% con respecto al 2018 y un 60% con respecto a la media de los últimos 3 años. La reacción del gobierno brasileño ante los incendios evidencian el plan que el capitalismo está llevando a cabo para sacar beneficios de la destrucción del medio ambiente. Bolsonaro afirmó que “el bosque no está en llamas como dice la gente” cuando los incendios comenzaron, llegando a tardar 22 días en autorizar a la Fuerza Nacional a intervenir.
El presidente brasileño ha rechazado 20 millones de dólares que el G7 le ofreció para luchar contra los incendios y el Congreso brasileño aprobó el martes 27 de agosto una enmienda constitucional que permitiría la agricultura industrial en reservas indígenas, algo que hasta ahora estaba prohibido. En su legislatura ha disminuido a la mitad el presupuesto para prevención y extinción de incendios y despidió al director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) por realizar un informe que mostraba la rápida difusión de los incendios. Detrás de todo esto, están los intereses económicos capitalistas, multinacionales del agronegocio y la minería que ven en este sistema la oportunidad de tener vía libre para arrasar con el Amazonas y aumentar al máximo sus beneficios.
Todo esto viene de tiempo atrás, como ejemplo de ello los crímenes de Mariana y Brumadinho, en el estado de Minas Gerais. Primero fue Mariana a finales de 2015, cuando una represa no aguantó el peso del contenido tóxico y se rompió, provocando que más de 50 millones de toneladas de lodo cubriese pueblos enteros y el cauce de varios ríos resultando en 19 muertos y más de un millón de personas afectadas. A día de hoy sigue sin haber responsable por este crimen. En enero de 2019 se repitió este hecho, esta vez en Brumadinho, y de nuevo volvió a colapsar una represa dejando la zona cubierta de lodo y a, al menos, 270 víctimas mortales. Ambos hechos tiene detrás a una misma empresa, Vale S.A., la cual lleva muchos años acumulando demandas, infracciones y multas de todo tipo (ambientales, laborales, ocultación de información…). Desde noviembre de 2015 ha sido multada 56 veces y ha pagado solo el 5.6% de la deuda total. Se crearon tres Comisiones Parlamentarias para investigar los crímenes pero ninguna ha llevado a ningún sitio. Ningún miembro de Vale SA ha sido condenado o considerado penalmente responsable. En 2016 22 personas pertenecientes a Samarco Mineração S.A. (empresa conjunta entre Vale S.A. y BHP Billiton) fueron acusadas de “homicidio” por estos hechos, pero en 2018 la acción se suspendió temporalmente. Antes de todo esto, en 2014, dicha empresa aportó 21 millones de euros a diversas campañas electorales. Para más inri, estos crímenes y sus sentencias judiciales hicieron aumentar las acciones de la empresa al reducirse la oferta mundial de hierro y alzarse los precios.
Mientras tanto, el Gobierno brasileño continúa criminalizando a ONGs socioambientales y a pueblos indígenas en su misión de que las multinacionales del agronegocio y la minería tengan vía libre para arrasar con el Amazonas y así obtener grandes beneficios económicos. Todo esto en un contexto donde en 2017 se contabilizó hasta 57 líderes ambientales asesinados en Brasil, lo que la situó como el país con más líderes ambientales asesinados. En 2018 fueron 241 líderes sociales asesinados en la región de América Latina, siendo relegada Brasil a la tercera posición, superada por Colombia y México. En el 49% de los casos los asesinados habían recibido amenazas con anterioridad. Y, según Global Witness, es probable que el número de activistas asesinados sea mayor porque a menudo no se registran los casos y rara vez se investigan.
Esta gran cantidad de incendios, resultado de las acciones del salvaje capitalismo, están poniendo en grave peligro a 350 pueblos originarios del Amazonas y a 1.5 millones de habitantes indígenas, además de la enorme biodiversidad del Amazonas, única en el mundo y una de las más ricas, lo que la hace un pilar fundamental para mitigar el cambio climático por su labor en la extracción de dióxido de carbono de la atmósfera.
Y terminamos con unas palabras que, en junio de 1992 en Brasil, Fidel Castro pronunciaba advirtiendo de este problema y de que ya íbamos tarde para empezar a ponerle solución:
“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.
Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.
Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente.
[…]
Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.
[…]
El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.
Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.
[…]
Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.”