En lo que va de 2019 se han registrado 63 agresiones sexuales múltiples y 155 desde 2016. De las 162 víctimas registradas, una de cada tres era menor de edad (57 de ellas, el 35,2%).[1] Estas agresiones no son hechos aislados perpetrados por gente enferma, sino que son consecuencia de la llamada «cultura de la violación», apoyada por la pornografía comercial y por los roles de género asignados. De hecho, el 12% del total de las agresiones sexuales grupales en este verano del 2019, han sido pornificadas, es decir, que hay al menos una grabación o una foto de la agredida. Está claro que el porno, que cosifica y normaliza la violencia sobre la mujer, está detrás del aumento de las violaciones grupales, que se producen sobre todo en ambientes de ocio y en verano (festivales, fiestas patronales…). Y es que entre los tipos de porno que se pueden visualizar gratis en la red se encuentra el «gangbang» que exhibe sexo violento de varios hombres con una mujer. Esto muestra una clara falta de educación afectivo-sexual reglada en colegios e institutos y en muchas familias.

La conclusión más sensata que se puede extraer de estos datos es que tras la movilización que se produjo como consecuencia de la violación de «La Manada», las agredidas sienten más respaldo social que antes y se producen más denuncias públicas. Podemos entender que las entidades públicas, ayuntamientos y concejos, hagan recomendaciones cuando se acercan las fiestas locales o patronales. Es en estas fechas cuando se han producido las agresiones más mediáticas, consiguiendo una revictimización de la agredida y un castigo moral a los violadores. En lo que no se profundiza, es en que se debe educar a los hombres a no ser violadores en potencia, a concienciar en la intolerancia hacia el acoso y las agresiones sexuales que sufren las mujeres tanto en espacios públicos como en espacios privados.

Otro tema importante es el tipo de turismo que los grandes empresarios y el Estado están construyendo en España: un turismo de la sexualización y del todo vale. Por ello, este verano también estamos viendo y se están denunciando violaciones grupales de hombres que no son españoles: el ejemplo más claro es de los alemanes detenidos en Mallorca por violar a otra mujer que habían conocido por redes sociales.

Prevención de la violación

En cuanto a la prevención se refiere, si miramos la página del Ministerio del Interior o las recomendaciones de la Ertzaintza, el panorama que se pinta es desolador: descampados, autobuses nocturnos vacíos, autoestopistas… Sin negar que esta realidad existe, parece que las violaciones solo se producen en escenarios más propios de la ficción.
El tono y los ejemplos usados dan a entender que las mujeres debemos estar en permanente estado de alerta (cerrar ventanas para evitar miradas indiscretas, llevar un silbato, mantenerse cerca del botón de alarma en un ascensor, no poner en el buzón que vivimos solas…). Esto supone, en última instancia, que las mujeres no podemos hacer un uso normal del espacio público, ya que es un lugar de permanente peligro para nosotras.
Ante este tipo de recomendaciones, podría entenderse que la responsabilidad es en exclusiva nuestra. Somos nosotras las que tenemos que poner todo de nuestra parte para evitar ser violadas. La mayor parte de los esfuerzos de las distintas entidades públicas se centran en la víctima, ayudando a afrontar o prevenir una violación. Mientras tanto, los programas de prevención y educación dirigidos a los agresores son escasos y cuentas con pocos medios, lo cual, sumado a la realidad patriarcal no garantiza nada.

 

[1] datos extraídos de geoviolenciasexual.com

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