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Aún quedan irreductibles galos que resisten al invasor. Que no quieren sonar en discotecas, sino en centros sociales. Que no crean para ver sus letras adornando pies de fotos, sino escritas con spray en las paredes. Dani Fernández (Huelva, 1992) es uno de estos. Acaba de publicar Praxis junto a su compañero y camarada DHW Beatz. Un trabajo enfrentado frontalmente a la tendencia musical dominante. Contenido político en forma del rap más clásico sin trampa ni cartón. Rap militante. Pueblo que canta, sus males espanta.
Praxis reivindica el hiphop como arma política condicionada por la realidad material de nuestra clase, a la que le basta con un folio para crear. Dani Fernández combina su vida laboral con la musical. Trabajador hostelero entre los fogones de un hotel, comenzó su carrera en el rap hace una década. «Terminas dando una entrevista por teléfono en tu media hora de descanso para la comida con el uniforme de cocina puesto, o vendiendo discos en la propia cocina», explica el onubense.
Autogestión
El trabajo, compuesto de diez temas, cuenta con las letras de Dani Fernández y las bases y producción de DHW Beatz, ambos componentes de 100 KILL-ATES. Ha sido grabado, masterizado y producido en Killatería Records, un estudio creado por el propio grupo con lo que han recaudado en sus conciertos. En el colectivo hay una máxima: el dinero de la música es para la música. Los beneficios obtenidos durante estos últimos años han sido reinvertidos en el equipo audiovisual indispensable. Si bien el rap es accesible para nuestra clase, el videoclip funciona como elemento estratificador, como expone Fernández: «El problema está en que sin videoclips no tienes visitas. Sin visitas no tienes seguidores. Sin seguidores no vas a festivales. Hay festivales que contratan según los seguidores de Instagram del grupo; ya ni siquiera las reproducciones de Youtube. Si no tienes videoclips no eres nadie». Sin ir más lejos, el primer verso del trabajo: En estos tiempos en los que sacar un disco sin videoclip es igual de inútil que Más País.
Esta autogestión ha permitido al onubense grabar, editar y publicar su primer videoclip: Poder popular. En una época en la que el vídeo y el single se imponen como dominantes en la industria, Praxis reclama su dimensión. Y una misión: sobrevivir en la escena musical de la fugacidad y el márketing, donde una canción dura una semana, los discos son recopilaciones de singles, y los oyentes se han convertido en poco más que consumidores de playlists. Daniel recuerda la advertencia de ToteKing: Se tatúan frases tuyas pa verlas luego retwitteas en tus redes. Espero que compense el minuto de gloria cuando tengan cuarenta y no recuerden quien coño eres. «Se le da más importancia a la imagen que al contenido. Así se vacía la música y el discurso apolítico de la industria gana terreno», precisa Fernández.
Vuelta al rap más clásico
Praxis es hijo de la pandemia. Aunque su gestación se remonta al mes de febrero. Un proceso creativo condicionado por el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) con el que convive el rapero onubense. «En enero empecé con la medicación del TDAH y empecé a escribir. Escribo los temas en diez o quince minutos, ya que el trastorno no me deja concentrarme más tiempo. En febrero noté que estaba más centrado y en un mes escribí el disco. Necesito estar enfocado porque, si no, aparece el déficit y se va todo al traste».
Una vez las letras compuestas, tocó el turno de la grabación y producción, donde DHW Beatz tomó el mando. En este periodo entró en escena otro artista militante, Juan Pinilla, finalista del Grammy Latino al mejor álbum de flamenco en 2014. El músico granadino aporta su cante en Identidad, donde DHW demuestra su talento con una instrumental inspirada en el Bella Ciao que cimenta el homenaje a los partisanos del mundo. Si somos es porque fueron, si fueron es pa que seamos.
Los últimos años de dominio del trap denotan que sonar en radios y protagonizar portadas no es una cuestión de estética o ritmo, sino de contenido. Los discursos vacíos, en apariencia apolíticos, llegaron donde nunca llegó el rap estatal en las tres últimas décadas. Praxis es una vuelta al rap más clásico, en palabras de su creador: «La música es cíclica. En el rap, hace años se abandonó el boom bap y se pasó al estilo club. Esta moda cayó y volvió el rap más sucio. De ahí salieron Natos y Waor, Suite Soprano y los demás artistas de Madriz. Luego ganó el trap, y estuvimos escuchando trap por todos lados. Ahora el trap ha perdido fuerza. Todo vuelve a su origen al fin y al cabo. El rap vuelve al boom bap clásico». El estilo ideal para un contenido profundamente político que tampoco escapa de temas universales: Lejos del amor romántico que nos inculcaron, del amor lunático que nos impusieron, quitando estereotipos tóxicos.
Afectado por la pandemia
Praxis tendrá que esperar para ser desplegado en directo. «La pandemia ha sido un desastre. Se han cancelado ocho conciertos. No hemos hecho presentación del disco, que es imprescindible para vender la tirada física. Por responsabilidad no debíamos hacerlo, por los repuntes y la situación sanitaria», lamenta Fernández, que continúa: « La pandemia no nos ha hundido porque trabajamos de forma autogestionada pero nosotros estamos sin conciertos, que es lo que nos da dinero. Algo que contrasta con las discotecas o las plazas de toros a rebosar. ¿El problema era la música? ¿El virus no entra en las plazas de toros pero sí en los conciertos? Los grupos locales necesitan los conciertos. Igual que el Ayuntamiento reclama comprar en los comercios locales para apoyar a los empresarios, ¿por qué no apoya a los artistas locales?».
Cuando la situación mejore, Praxis sonará en los escenarios de salas y centros sociales: «No queremos que Praxis se olvide en tres meses», afirma el MC onubense, consciente de la fugacidad del consumismo musical: «Yo sigo escuchando la maqueta de Estopa, pero hoy cuando una canción tiene una semana se queda anticuada. Hay grupos como Tote, Violadores del Verso, SDFK… que siempre van a tener una legión de oyentes; y otros, los más nuevos, los más populares hoy, que probablemente dentro de cinco años nadie recuerde».
Música militante
La industria musical, y la artística al fin y al cabo, desprecia al militante. Coloca al trabajo y al trabajador creativo en una esfera apartada del resto de la sociedad. Le despoja de su razón de ser. El artista debe ser libre, repite una y otra vez. Libre de ideas. Libre de Partido. Libre de todo excepto del capital y sus mandatos. «La creación debiera parar los engranajes de la máquina humana en su huida hacia delante, incomodar para probar a pensarnos distinto. No son los creadores de época los que se dejan mecer como marionetas por los tiempos que viven…» escribe Remedios Zafra en su obra El entusiasmo.
No son pocos los ejemplos de artistas militantes que la historia ha colocado orgullosamente en nuestra trinchera. No artistas comprometidos socialmente hasta ciertos límites más o menos transgresores; sino militantes. Con todo el orgullo de la palabra. Son estos últimos los que escasean hoy. Dos de ellos son Daniel Fernández y DHW Beatz, militantes del PCE, al igual que Juan Pinilla. La Andalucía más revolucionaria que marcha puño en alto al grito de «la tierra es nuestra». Para Daniel no existe alternativa: «Moriré con las botas puestas, el puño en alto y el carnet del Partido en la cartera».