Las futbolistas del F.C Barcelona hicieron historia el pasado 17 de mayo en Göteborg al proclamarse, por primera vez, campeonas de Europa tras una victoria abrumadora (0-4) sobre el Chelsea F.C. Un triunfo que supone el primer título de Champions League para un equipo femenino proveniente del territorio español. Partido que tuvo una audiencia de 864.000 telespectadores/as en Gol TV, TV3, Esport3 y fue lo más visto del día en Catalunya.
No es casualidad el éxito de un club que ha apostado por la sección femenina fortaleciendo su cantera, y llegando a invertir en grandes fichajes como Lieke Martens, además, hay que destacarlo por ser el equipo con mejores condiciones laborales de toda la Liga Iberdrola.
No obstante, la victoria no sólo es relevante a nivel deportivo, sino que implica un punto de inflexión para la trayectoria del fútbol femenino en nuestro país y para el imaginario colectivo de la sociedad, pero, sobre todo, para el de niñas y jugadoras de categorías inferiores que ven hechos realidad sueños como jugar en estadios internacionales de primera división, batir récords de audiencia en la televisión e incluso levantar un título de la Champions League.
Vicky Losada como referente
El emocionante discurso de la capitana azulgrana en la zona mixta, tras acabar el encuentro, pone en valor la victoria del equipo para abrir puertas a las nuevas generaciones de jóvenes futbolistas y pone en evidencia la invisibilización de referentes femeninos:
“No es solo ganar, sino lo que creas en un país entero y eso, a lo mejor la gente no se da cuenta, pero es un paso de gigante, es abrir puertas para la mujer, para las niñas, (…) a mí me hubiese encantado soñar con ganar una Champions desde hace muchísimos años, no desde hace solo dos. Y ahora las niñas pueden hacerlo«.
Estas palabras ejemplifican que, como en el resto de los ámbitos de la vida social, el deporte se convierte en un terreno político en el que se desarrollan relaciones de poder marcadas por la hegemonía masculina. Es entonces cuando lo personal, en este caso, ser campeona de Europa, puede constituir un acto político de lucha por la liberación de las mujeres y la igualdad de oportunidades en el mundo del deporte; concretamente, en un país como España, donde el interés por el fútbol femenino y su visibilidad es menor que en otros países como Holanda, Gran Bretaña, Brasil o EE.UU.
Por tanto, testimonios como el de Vicky, permiten vincular las experiencias de todas las que hemos dedicado parte de nuestros años de vida al fútbol. Es cuando una jugadora o ex-jugadora se da cuenta de aquello que pensaba que sólo sentía ella, lo han sentido muchas otras compañeras.
La experiencia de una, la experiencia de muchas
El fútbol, todavía supone ser un deporte que dificulta el acceso de las mujeres y su continuidad. Se trata de un fenómeno multicausal y transversal con diversos factores sociales, culturales y económicos, entre los cuales destacan la socialización de género, la invisibilización por parte de los medios de comunicación de masas, la falta de recursos y derechos laborales:
En primer lugar, las personas interiorizamos un conjunto de tareas y funciones asignadas a mujeres y hombres a través de la socialización primaria, es decir, la adquirida durante la infancia. De esta manera, desarrollamos roles de género que se convierten en el primer escollo para acceder a deportes masculinizados como el fútbol.
En este sentido, la escuela cumple un papel fundamental pues, de manera general, continuamos observando un mayor número de niños en las canchas que ocupan la mayor capacidad espacial del recreo, mientras que las niñas son relegadas a otros espacios y suponen una minoría las que deciden participar conjuntamente con sus compañeros. Esta visión androcentrista, todavía imperante, hace que muchas niñas hayan descartado directamente el fútbol, que otras hayan perdido el interés y que solo unas pocas hayan continuado jugando mientras son juzgadas por practicar una actividad impropia para su género.
En segundo lugar, la promoción de este deporte a través de los medios de comunicación convencionales constituye otro de los principales agentes socializadores que certifican la apropiación ilegítima del fútbol por parte de los hombres. El ejemplo más reciente lo vemos en portadas de periódicos deportivos famosos como “AS” el día 17 de mayo:
Como podemos observar, la victoria del Barça se sitúa en el extremo izquierdo de la portada, mientras que los goles marcados por los futbolistas Luis Suárez (Atlético de Madrid) y Nacho (Real Madrid) en la penúltima jornada de la Liga Santander ocupan casi todo el grueso de la portada.
Sin embargo, el problema no sólo es la escasa representación de las azulgranas ese día, sino, en general, el poco tiempo dedicado a la Liga Iberdrola (u otras competiciones en las que participan los equipos femeninos) en los principales canales de televisión, radio, prensa digital y prensa escrita.
En tercer lugar, las que recordamos nuestros primeros pasos por las categorías inferiores de grandes clubes de la liga española, lo hacemos con la consciencia de los pocos recursos entonces para el fútbol femenino. Por un lado, el pago de altas cuotas anuales por jugar al mismo nivel o en las mismas categorías que los equipos masculinos; mientras que estos últimos quedaban exentos de cualquier pago mientras recibían un mayor suministro de bienes y servicios, como puede ser el acceso a instalaciones deportivas (vestuarios, gimnasios y campos de fútbol disponibles), fisioterapeutas, transporte, prendas y vestuario deportivo, y un largo etcétera.
Por otro lado, la necesidad de complementar el fútbol con un régimen estándar de estudios, que se traducía en viajes de autobús de camino a un partido acompañados de apuntes del instituto o la universidad, mientras que los compañeros de club entraban en el régimen de deportistas de élite, o incluso terminaban su carrera estudiantil, porque comenzaban a percibir su primer salario como futbolistas, estando todavía en categorías inferiores.
En definitiva, somos muchas, las que decidimos terminar nuestra carrera futbolística pese a considerarla una opción de futuro. Somos muchas, las que cambiamos nuestros sueños por falta de proyección, oportunidades y buenas condiciones deportivas. Somos muchas, las que pese a las dificultades que encontramos para acceder a jugar a fútbol, nos vimos relegadas, una vez más, al tener que elegir entre entrenar o conseguir un trabajo remunerado. Somos muchas, las que nos emocionamos con victorias como la del Barça porque significan una victoria para todas.
La profesionalización del fútbol femenino español y principales reivindicaciones
En los últimos cinco años, se ha empezado a observar en el panorama español mejoras sustanciales para los equipos que componen la Liga Iberdrola, desde la temporada 2016-2017, y la Liga Reto (segunda división femenina). Mejoras salariales, mejores instalaciones y condiciones deportivas, cesión de estadios de primera división masculina para partidos importantes de los equipos femeninos, sensación de mayor reconocimiento entre las jugadoras, etc.
No obstante, muchos de estos avances eran acciones simbólicas (más visibles en unos clubes que en otros), que nunca llegaban a concretizarse en un convenio colectivo que regularizase las condiciones laborales de las futbolistas. Por ello, en 2019, la primera división femenina protagonizó una huelga los días 16 y 17 de noviembre bajo el lema “Stop desigualdad”, cuyas exigencias principales fueron los derechos por maternidad y conciliación de la vida familiar y profesional y, un salario mínimo de 16.000 euros, entre otras. Las negociaciones culminaron en la publicación en el Boletín Oficial del Estado del I Convenio Colectivo para las futbolistas que prestan sus servicios en clubes de la primera división femenina de fútbol.
En la actualidad, la presidenta del Consejo Superior de Deportes (CSD) ha anunciado la voluntad de sustituir la Liga Iberdrola por la Liga Ellas para la próxima temporada, con la intención de avanzar en el proceso de profesionalización a partir de la firma de un convenio entre la Real Federación Española de Fútbol y la liga profesional. Además, se abre la posibilidad de negociar una subida progresiva de salarios con los clubes, con el objetivo de reducir poco a poco la brecha salarial.
Claudia Durá