Estos días se ha vuelto viral el artículo de María Jiménez (@tribusocultas) “Me pagan una mierda para lo preparado que estoy: Los millennials se creen Dios”. En líneas generales nos encontramos claramente con la legitimación individualista de la precariedad. Si te esfuerzas tendrás un trabajo con condiciones, pero para ello debes pasar por unos cuantos años de salarios de miseria y horas sin pagar. Esta es la tesis principal del artículo. Con la que por supuesto no estamos de acuerdo y no vamos a permitir que se asiente en nuestra sociedad como lo normal.
En primer lugar, tenemos que denunciar que se asienten esos modelos de inserción en el mercado laboral en las profesiones liberales (periodistas, ingenieros, abogados, arquitectos…) favorece la reproducción entre los mismos sectores. Es decir, una persona proveniente de una familia obrera no va a poder permitirse esos años de “formación” de “esfuerzo” con salarios de miseria, porque hace falta un salario digno para vivir. Y no a todas nos mantiene nuestra familia. Este concepto lo tenía muy claro el señor Luis de Guindos con sus declaraciones sobre su hijo hace unos años «cobra 400 euros, pero lo importante es que acumule experiencia».
Tal estabilidad, donde la de la estudiante que salía con una carrera de la universidad o una especialización media tenía trabajo de por vida no se ha dado nunca en nuestro mercado de trabajo.
No nos puede sorprender estas afirmaciones cuando nada más comenzar el artículo deja claro cuál es su origen social: “Fuimos criados, por norma general, en hogares donde entraban dos sueldos, no conocíamos la expresión “quedarse en el paro” y nos daban una paga medianamente decente.” La autora, nacida en 1984, vivió su niñez y su adolescencia en la España de la desindustrialización, donde a la vez que se cerraba la industria patria se abría la puerta al modelo productivo de servicios y bajo valor añadido. Desde la CEOE y desde los distintos órganos de Europa se ha hecho hincapié en estas políticas, en la España de la crisis de inicios de los 90s donde se llegaba al 24% de paro, la regulación en materia de prevención de riesgos laborales no se logró hasta 1995, se sucedieron diferentes huelgas etc… Nos puede intentar vender el “dorado pasado socialdemócrata” construido por Felipe Gonzaléz, pero ese pasado no es creíble, porque no fue cierto. Tal estabilidad, donde la de la estudiante que salía con una carrera de la universidad o una especialización media tenía trabajo de por vida no se ha dado nunca en nuestro mercado de trabajo. Estamos ante una verdadera falsificación histórica que es repetida insaciablemente por quien pretende tirar abajo la dignidad en el trabajo tachándolo de ‘’antiguo’’ es decir, nuestra salud, vida y trabajo al servicio del beneficio del capital.
Por último apela a la más conservadora de las actitudes, le dice al joven trabajador que se resigne.
“Está muy bien eso de luchar para que las cosas cambien, pero si no lo hacen, quizá tengas que coger ese curro mal pagado resignándote en cierta parte. Puedes seguir luchando por tus derechos mientras trabajas de 8 a 3 por 600 euros, te lo aseguro.”
Conformarse con lo que hay, agachar la cabeza y hacer esas horas de más sin que te las paguen, hacer un favor a la empresa para que no te echen, aguantar los comentarios machistas para que no espantar al consumidor de turno etc.
En definitiva, la actitud de esquirolaje de siempre, pensar individualmente en contraposición a responder de forma colectiva. Comprar la ideología de los que nos explotan, asumir su discurso y no ser consciente de tus intereses como clase, estamos ante el trabajo alienado. Pero siempre habrá trabajadoras que digan “no”, se organicen colectivamente y luchen por los derechos de todas, incluidas las que justifican la explotación, que no tengan esa actitud servil, alienada y que planten cara desde lo cotidiano a las injusticias en el centro de trabajo. Que busquen el enemigo entre los dueños de la empresa y no entre las compañeras.